domingo, 13 de mayo de 2012

Majestuoso volcán Xinantécatl o Nevado de Toluca



Llegamos  desde la ciudad de Toluca y veníamos en el coche de Irma (amiga y primera invitada oficial de viajero sustentable). Tomamos la carretera hacia Temascaltepec y seguimos la desviación hacia el volcán Xinantécatl. Fueron como 45 minutos de carretera entre hermosos bosques de pino y 20 minutos de terracería para subir a las faldas del cráter (en este pedazo cruzas el parque de los venados, donde hay quesadillas, paseos a caballo y otros servicios). Llegamos hasta arriba y nos estacionamos. Exploramos dos  posibilidades: acampar o quedarnos en el refugio. Era invierno y no había nieve, así que la probabilidad de aguantar el frío nos motivó a quedarnos a la intemperie. Bajamos las cosas y armamos el campamento entre los tres. Después, fuimos a recolectar leña con el coche y regresamos a comer. Extendimos nuestros tapetes y nos sentamos a ver la caída del sol justo detrás del pico del águila (famoso entre escaladores y aficionados de maratones). Comimos chapatas de queso con verduras asadas y platicamos mucho. Estaba muy contenta de que Irma nos acompañara, ya que tenía 3 meses de no verla (desde los  inicios de viajero sustentable en el DF).

Preparando la cena

De donde estábamos eran dos kilómetros para llegar al cráter y las dos lagunas. Ya estaba oscuro, pero  sabíamos que la luna llena saldría pronto, así que decidimos subir para ver las lagunas a la luz de la luna… ¡se los recomiendo! Pero no suban sin lámpara, se pueden perder o caer.

Fogata, estrellas, aire fresco, volcán, no faltaba nada. Empezamos a notar que una parte del valle se empezaba a iluminar. Y era la luna que estaba saliendo detrás del volcán y poco a poco alargaba su luz. Mientras más alto, más nos alcanzaba.

La noche fue mágica, tranquila, inspiradora y fría. Aún estando en la fogata teníamos frío. Preparamos pasta y cenamos agradecidos por tal belleza posando frente a nosotros. Cuando fuimos a la cama, teníamos cobijas, bolsas de dormir y mucha ropa abrigadora, estábamos calientes, pero los pies siempre los tuvimos fríos. El velador nos había dicho que la temperatura no llegaría a menos de cero, pero llegó. Todo lo que se quedo afuera amaneció congelado, el coche, la tienda, el agua, de hecho las cámaras no funcionaron hasta el siguiente día que salió el sol y regresó el calorcito. Pero… ¡lo logramos! Tal vez unas cobijas extras hubieran ayudado.

Cuando desperté Ale e Irma ya estaban afuera con fogata y té caliente. Desayunamos fruta picada y nos fuimos a recorrer la zona. Llegamos a la cima, donde habíamos estado la noche anterior, pero ahora sí bajamos a las lagunas dentro del cráter.
Laguna de la luna

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